Uno de los mitos más populares que existen es este que habla de las 7 vidas de un gato. ¿Sabes su origen? ¿Lo sigues creyendo? Seguramente se debe a la excepcional resistencia y fortaleza que tienen estos felinos, capaces de salir indemne de situaciones en las que otros animales tendrían un desenlace fatal. Los gatos duermen entre 12 y 14 horas diarias, y al igual que los perros, son capaces de interpretar las emociones humanas a través de nuestros rasgos faciales, por eso son, junto a los canes, las mascotas favoritas por los seres humanos. Pero, entonces ¿de dónde nació el mito de las 7 vidas de un gato?
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La creencia de que los gatos tienen 7 vidas tiene muchas teorías. En el antiguo Egipto se tenía la fuerte convicción de que los gatos reencarnaban al igual que los seres humanos, y que al llegar el momento de la séptima reencarnación, el animal lo hacía con la forma de un humano. Durante la Edad Media, fueron perseguidos, víctimas del fervor religioso y de la Inquisición de que los gatos eran el mal en forma de animal. Pese a que muchos gatos fueron sacrificados, también hubo gran cantidad de defensores que velaban por su seguridad y los protegían de acabar quemados en la hoguera. Y así, en parte, se logró salvar la especie y de ahí el dicho de ‘tener más vidas que un gato‘.
Por otra parte, en el Reino Unido no se dice que un gato tiene 7 sino 9 vidas. Se cree que tomaron este número del Antiguo Egipto. El dios Ra dio vida a nueve dioses más y éste se transformó en gato para poder vivir en el mundo de las tinieblas y se dotó a sí mismo de nueve vidas.
En España y Portugal se dice que son siete vidas porque, al parecer, proviene de los árabes y los turcos que, por suerte para los felinos, no tenían nada en contra de ellos y los proverbios de Mahoma hablan de siete vidas.
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En teorías más terrenales, el gato disfruta de tantas vidas gracias a sus cualidades físicas y para dar esquinazo a la parca. Este felino doméstico puede saltar longitudes que son 10 veces su cuerpo, gracias a su morfología y complexión, dotadas entre otras cosas de unas patas fuertes.
Pero la cosa no queda ahí, porque si a esto le sumamos aquello de que “siempre caen de pie”, tenemos al animal casi perfecto para la jungla tanto real, como urbana. Por supuesto, no penséis que es sólo fruto de la práctica, sino de una herencia genética y características de su fisionomía por las cuales, estos felinos son capaces de hacer cosas asombrosas.
Para empezar, no dejan de ser animales de carne y hueso y por lo tanto, susceptibles de sufrir daños en accidentes de alturas. No pensemos que pueden sobrevivir a cualquier caída. Desde CiberMascotas, como siempre, defendemos la integridad de los animales y abogamos por el respeto y el cuidado de los mismos, por lo que no debemos hacer ningún tipo de prueba para comprobar la resistencia a las caídas de estos pequeños, sólo exponemos los hechos con los que la naturaleza ha dotado a estos pequeños felinos.
La facultad de caer de pie empieza a desarrollarse casi al mes de vida y a los dos meses ya se considera una habilidad perfeccionada. El hecho de que puedan sobrevivir a caídas desde varias alturas, se debe principalmente a esta facultad de “enderezamiento”, pero no sólo de enderezarse vive el gato, sino gracias a su ligereza y a una serie de factores como el extenderse para oponerse al aire y relajar los músculos justo antes del impacto, amortiguando así la caída.
Pero, ¿y cuándo cae a poca altura y pueden girar a grandes velocidades? Pues este principio de enderezamiento cobra sentido cuando conocemos la morfología gatuna, ya que la falta de clavícula y una espina dorsal muy flexible explican esta facultad tan increíble de estos asombrosos animales.
Lejos de la creencia de que el equilibrio de estos animales está directamente relacionado con su cola, parece ser que la principal incidencia en esta virtud se debe tanto a al esqueleto mencionado como a la vista y el oído interno. Es así como el gato se orienta espacialmente para saber la posición respecto al suelo que debe tomar y, girando su cuerpo en varios movimientos, consigue enderezar su cuerpo.
Este proceso se une al explicado anteriormente en el que su potencia en las patas y su facilidad para amortiguar la caída hacen del gato un ágil y silencioso “ninja” de la naturaleza.
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