Ante una hipertensión, lo primero que se realiza son una serie de pruebas diagnósticas para determinar si se trata de una hipertensión primaria (poco frecuente) o, como resultado de las pruebas, se determina la enfermedad que está originando (secundaria). El método más utilizado para medir la tensión es el Doppler. Es una técnica rápida y sencilla que no ocasiona ninguna molestia al gato.
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Según su etiología, los expertos diferencian entre la hipertensión primaria y la secundaria.
La hipertensión primaria es la que aparece sin estar relacionada con otras enfermedades, su causa está en el sistema vascular. Es la más frecuente en las personas, pero rara en los gatos. Los principales factores de riesgo son la edad, la obesidad y la falta de ejercicio.
En lo referente a la hipertensión secundaria, aparece como consecuencia de otra enfermedad o de tratamientos médicos. Es la más frecuente en los pequeños animales.
Las enfermedades que pueden cursar con hipertensión son insuficiencia renal crónica, hipertiroidismo, hipotiroidismo, diabetes y enfermedades hepáticas.
¿CUALES SON LAS CONSECUENCIAS DE LA HIPERTENSIÓN?
Ante un aumento moderado de la tensión arterial el gato no suele mostrar signos clínicos atribuidos a la hipertensión, pero si el aumento es alto y se mantiene en el tiempo, los principales órganos afectados son: ojos, corazón, cerebro y riñones, afirman los veterinarios.
Algunas de las consecuencias pueden ser hemorragias intraoculares, degeneración y desprendimiento de retina; sufrir encefalopatía hipertensiva en el cerebro y mayor probabilidad de padecer insuficiencia renal crónica, o de agravarla si ya existiera, entre otros.
LOS SÍNTOMAS
La hipertensión en los felinos suele ser secundaria, y por ello, los síntomas observados en primer lugar son los de la propia enfermedad causante. Las consecuencias de la hipertensión son tan graves, y a veces irreversibles, que conviene estar alerta ante la presencia de algunos de los siguientes síntomas, más aún si tu gato sobrepasa los 7 años.
Entre los síntomas se encuentran la disminución o pérdida de la visión, ceguera súbita, parpadeos frecuentes, hemorragia en el globo ocular; cambios de conducta, marcha tambaleante, cabeza inclinada, descordinación de movimientos, depresión, desorientación, convulsiones; problemas respiratorios, disminución de la actividad, somnolencia; y pérdida de peso e hiperactividad.
Para tratar la enfermedad lo recomendable es acudir al veterinario que te indicará sobre los fármacos existentes que la traten, una dieta correcta y estimular el ejercicio físico para ayudar a su normalización.