Uno de cada cuatro gatos domésticos padece exceso de peso, pero lejos de ser una mera cuestión estética, el sobrepeso o también llamado como el síndrome Garfield (asociado con el personaje de cómic y dibujos animados del mismo nombre), puede afectar gravemente su calidad de vida.
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Se cansan más rápido que el promedio, no pueden asearse correctamente, soportan menos el calor y arriesgan contraer enfermedades crónicas como diabetes.
Nos parecen muy tiernos los animalitos gordos pero está muy lejos de ser saludable para ellos, y esta situación se presenta con mayor frecuencia en los animales de ciudad.
La causa es evidente, una alimentación sobre dotada de calorías, que dado su poca actividad no gastan en energía. Otra causa posible podría ser la esterilización, ya que después de realizarle este procedimiento su apetito aumenta, lo recomendable es no poner siempre a disposición del gato su comida y controlar sus porciones.
Lo otro importante es darle comida especializada.
Para saber si nuestro gato posee algún grado de gordura podemos realizar estas sencillas acciones:
Palpar costillas
Lo ideal es que pueda tocarlas. No hay que ser exagerados si detecta una fina capa de grasa eso es normal, pero si se hace difícil diferenciarlas, hay si se que hay que ponerse en alerta.
Observar al gato desde arriba
Debe notar un adelgazamiento en la zona de la cintura, detrás de las costillas. Si no hay señales de cintura o el abdomen es más ancho que el pecho, entonces tiene un gato obeso.
Observarlo de perfil
El pecho debe ser más profundo que el abdomen (un gato en buen estado físico hace una curva hacia arriba). El gato tendrá que ponerse a dieta si esa curva va hacia abajo.
Además de vigilar su alimentación debemos fomentar el hábito del ejercicio, conseguirle estímulos que lo hagan moverse puede ser muy beneficioso, como juguetes especializados que puedan rodar por las superficies o rascadores con niveles en lo que pueda trepar y explorar.
Los expertos también aseguran que la mejor manera de mantener a nuestro gato en forma es jugando con él, así reafirmamos nuestro vínculo emocional con ellos y los volvemos más activos y animosos.
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