Cuando nos planteamos la idea de tener un animal de compañía, dedicamos bastante tiempo a pensar de qué modo nos va a cambiar la vida el hecho de tener mascota. Pensamos en los cambios que efectuaremos en nuestro hogar, la adaptación de horarios, la organización de las vacaciones… Pero, casi con toda seguridad, no dedicaremos ni un segundo a imaginar lo que representará para ese animal compartir su vida con nosotros
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Pensamos en lo satisfactorio que resultará disfrutar de su compañía, compartir sus juegos, obtener su complicidad,… pero ¿cómo va a influir nuestro carácter, nuestras costumbres o estilo de vida en la conducta de nuestra nueva mascota?
En el caso del perro, que está muy pendiente de su propietario, que se integra socialmente como miembro de la familia, se puede entender que el afecto, cuidados o la falta de ellos pueda alterar la conducta del animal. Pero ¿y en el caso del gato? La creencia popular dice que es un animal independiente, solitario y egoísta que se relaciona poco con su propietario. Siguiendo este razonamiento se podría deducir que la conducta del gato poco se verá afectada por el carácter de su propietario. ¡Pero nada más lejos de la realidad! Cualquiera que tenga uno o más gatos como animal de compañía sabe lo pendiente que está su gato de las personas y actividades del hogar.
Está pendiente de todo
De hecho, tener un gato en casa, supone albergar a un pequeño observador cotilla que meterá su pequeño hocico en todos nuestros asuntos. La prueba de todo ello se encuentra en que el mismo gato se puede comportar de forma diferente con cada miembro de la familia. Nos llegan a conocer con tanto detalle que saben de inmediato cuando cambiamos de humor. Y no, no es un sexto sentido. Lo que ocurre es que, para un ser que convive con nosotros de manera tan estrecha, el más mínimo cambio en nuestro proceder diario despierta sus propias alertas.
¿Cómo les influimos?
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Algunos ejemplos de cómo nuestro carácter, estado de ánimo y conducta afectan al comportamiento de nuestro gato:
No es un perro.
-Cuando un propietario está triste, automáticamente incluso de forma involuntaria, cambia su forma de realizar las actividades cotidianas. Todo se desenvuelve con lentitud y pueden dejarse de lado labores diarias prescindibles. El gato, rápidamente percibe el cambio de rutina y ello le afecta directamente. Puede mostrarse más cercano a su propietario, en un intento de averiguar la causa de tal cambio. Pero también puede suceder justo lo contrario, que el gato sienta algo de ansiedad y se mantenga alejado hasta que todo vuelva a la normalidad o se adapte a la nueva situación.
-Cuando un propietario es juguetón con su gato, el animal se vuelve más despierto, intrépido y divertido. Aprende a relacionarse de una manera relajada y desinhibida con las personas porque el juego ayuda a liberar tensiones. El gato disfruta del juego durante toda su vida, ya que pone en marcha secuencias instintivas de caza: perseguir una pelota, acechar a un ratón de juguete… Cuando el animal envejece pensamos que ya no está en condiciones de jugar pero ¿y si resulta que el gato no juega porque su amo ya no le estimula como cuando era un gatito? Es cierto que con la edad, la duración e intensidad de los juegos va variando, pero nuestro gato siempre mostrará un destello de juventud ante la oportunidad de acechar algo.
-Pero si hay algo en lo que la actitud del propietario afecta en la conducta del gato, es cuando está preocupado por la salud de su animal. Cuando el gato da signos de enfermedad (falta de apetito, estreñimiento, falta de aseo, etcétera) el propietario empieza a observar a su animal. Se trata de un hecho encomiable, que proporcionará mucha información al veterinario, pero hay una pega: el gato se siente observado y, en ocasiones, asediado. Y ¡al ser más cotilla de la casa, no le gusta que le espíen! Si el gato se dirige a su plato es mejor no estar detrás de él para ver qué cantidad come o estar pendiente de su ingesta en vivo y en directo. El animal, al verse observado ansiosamente, acostumbra a retirarse sin probar bocado y el propietario se preocupa aún más. Observar a nuestro gato, cuando sospechamos que tiene un problema de salud, es recomendable, pero hay que hacerlo sin que el animal se dé cuenta.
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